Soy un almendro solitario plantado en medio de una finca, sin ningún compañero alrededor. En el pasado debía de haber más, porque a lo lejos consigo ver a otros almendros, pero al estar en un terreno labrado me han dejado solo y gracias debo dar que me permitieran sobrevivir.
Recibo todos los vientos, pero también todos los calores. Estoy en un lugar elevado, un mirador privilegiado: contemplo el castillo y la catedral, también buena parte de la ciudad; pero lo que me entretiene e interesa son las personas.
Cerca de mí discurre un camino; no es que sea muy transitado, porque enseguida se termina; pero siempre hay alguien por él. Unos vienen a pasear el perro, otros vienen a correr, montar en bicileta o simplemente a pasear.
Estamos en primavera, me rodean hierbas y pequeñas flores, me siento acompañado. Ha llovido bastante así que el campo rebosa vitalidad. Pajarillos de todas las clases se posan en mis ramas. Veo pasar a los habituales, pero también a otros que solo se les ve de vez en cuando.
Distingo a lo lejos como se va acercando lentamente una pareja. Vienen agarrados de la mano, como si se sujetaran uno al otro. Son la señora Juana y el señor Manuel, dos ancianos octogenarios que salen todos los días de paseo. Buscan un lugar abrigado y se sientan a tomar el sol. El señor Manuel todavía va erguido pero la señora Juana camina encorvada; los años y la artrosis van restando fuerza y resistencia, cada vez les cuesta más caminar, sus pasos son cortos y subir las pendientes les exige un gran esfuerzo; sin embargo, son constantes: descansan, se sientan y ven pasar a los paseantes, charlan con unos y con otros; después caminan otro poco y así van pasando la tarde hasta que casi al atardecer regresan a su casa igual que vinieron: agarrados de la mano.
Los días discurren lentamente; con el buen tiempo la gente sale a pasear: hay personas de todas las edades, disfrutan del sol, de la luz y del calor de la primavera. La señora Juana y el señor Manuel siguen fieles a su rutina, a medida que va subiendo la temperatura, buscan las sombras, pero no fallan, a estas edades el calor se necesita, cuesta caminar, pero los huesos lo agradecen; tiempo habrá en invierno para quedarse en casa.
El verano entra con toda su fuerza, el calor en este páramo se hace insoportable, aunque ya estoy acostumbrado y aguanto lo que haga falta, los almendros estamos preparados para soportar tanto el frío como el calor. A medida que va pasando el estío la tierra se reseca, el campo pierde su color y solo ven caminantes por la mañana temprano o a la caída de la tarde, entre ellos la señora Juana y el señor Manuel que ahora salen más tarde y ya casi ni se acercan hasta aquí, porque su lento caminar no les permite alejarse, llegaría la noche y no habrían regresado a su hogar.
Entra el otoño, las temperaturas comienzan a bajar, los días se van haciendo cada vez más cortos, comienzan las primeras heladas y con ellas vuelve la soledad a estos parajes, sólo se ve a aquellos que, como los almendros, resisten el frío y el calor, las lluvias y el viento. La señora Juana y el señor Manuel no han vuelto a salir de paseo, ahora no se alejan de los alrededores de su vivienda, es tiempo de recogerse y aguardar tiempos mejores.
El invierno llega con todo su crudeza, las heladas son muy fuertes, tanto que el campo se vuelve blanco, la niebla no se levanta y la escarcha se agarra a todo lo que encuentra, los termómetros no suben de 0º grados; ahora sí que esto es un paraje solitario, casi nadie llega hasta aquí, el frío espanta a la gente, son momentos duros pero pasarán, siempre pasan y veremos la luz y la savia volverá a correr por mis ramas. La gente regresará y volveré a tener compañía.
Después de un duro invierno, la primavera ha llegado puntual y ha iluminado de color el campo; nosotros, los almendros, somos los primeros en anunciarla, nos vestimos de blanco, como las novias, para recibirla con todo el esplendor de nuestras flores. El suelo se viste de verde, de un verde intenso por las abundantes lluvias caídas.
Poco a poco regresan los paseantes habituales y se suman otros nuevos. Yo estoy pendiente, esperando, todavía es pronto, pero quizás aparezcan. Pasan los días, la señora Juana y el señor Manuel no se les ve, tengo el temor de no volver a verlos, son mayores, no sé como habrán superado el invierno, quizás no tengan ya fuerzas para llegar hasta aquí.
Hasta que al fín, un día aparecen, con su lento caminar, quizás la señora Juana esté un poco más encorvada, pero son ellos, por fin ha llegado el buen tiempo.
Postdata: Se acerca el final del trimestre y el trabajo se acumula; por ello, durante un tiempo estaré ausente. Volveré.
Que bonita entrada, me ha gustado de verdad. Buen seguimiento el que has hecho del almendro. Que la señora Juana y el señor Manuel puedan sentarse muchos años bajo su sombra.
Un abrazo y hasta la vuelta.
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Me alegro que te haya gustado. Espero que la señora Juana y el señor Manuel puedan llegar hasta el almendro, bastante esfuerzo es para ellos.
Un abrazo.
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Que entrada mais preciosa, romântica, terna… gostei demais desta que parece ser uma história para muitos anos mais. Encantada com a vida que brota em todos os tempos e estações da sua terra…
Até a volta, amigo. Estarei sempre que puder… obrigada.
Beijo imenso.
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Gracias, Teca. Me alegra que te haya gustado. Así son las estaciones en mi país. Variadas, cambiantes.
Un abrazo.
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hoy e descubierto la vida del almendro atravès de las estaciones y con un relato sencillo lleno de narrativa, gracias querida amiga TECA,,,besos y rosas..
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Esto es lo que quería expresar, como va pasando la vida y como van sucediéndose la estaciones.
Un saludo.
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Como dice el refranero: más vale solo que mal acompañado.Y ahí le tenemos, silencioso y sin meterse con nadie, viendo pasar el tiempo a golpe de estaciones, de floraciones, de lluvias y de heladas, dando mucho más de lo que recibe.
Un saludo.
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Puede que sea mejor solo, pero en grupo los fenómenos meteorológicos se soportan mejor. Desde luego este almendro aguanta todo lo que le echen, y eso que el lugar no es el mejor precisamente.
Un saludo.
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Postdata: ni el almendro ni el blog han reconocido a Diógenes y han preferido mantenerme en el anonimato. Culpa mía.
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¡Fantástico! Me ha encantado el seguimiento fotográfico del almendro a través de las estaciones (siempre me digo que tengo que hacer algo parecido, pero…) y el texto que has escrito está lleno de dulzura. Me ha gustado muho.
¡Que sea leve el final del trimestre!
Un abrazo
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Gracias, Xibeliuss. Decidí hacerle un seguimiento porque paseo casi a diario por allí. Resulta sorpendente ver como va transformándose el almendro y todo su entorno, dependiendo de la estación del año.
Un abrazo.
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Paciente y fantástico trabajo fotográfico de ese almendro residente ¿en Valorio? Preciosas las cuatro estaciones oliendo a almendro.
En cuanto al relato me ha emocionado por razones que no vienen al caso. Esa personificación de tu almendro viendo pasar la vida, los días, los segundos, acompañándose de los paseantes que en realidad buscan su compañía; ese goteo de tiempo y de manos siempre unidas de tus personajes, aferrándose al amor y a la vida, es bellísimo. Que me encantado, Valverde.
Todo mi ánimo para el último trimestre a punto de comenzar. Las vacaciones de Semana Santa nos darán un respiro… aunque sea entre tambores 🙂
Un fuerte abrazo.
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Aguantaremos los tambores y el gentío, forma parte de la Semana Santa de Zamora.
Es en lo alto de Valorio, comienza donde estaban los gallineros y va por encima hasta la Alamedilla.
Me alegro que te haya encantado, pretendía expresar como pasa la vida durante un año y personalizarlo en un almendro y en un matrimonio mayor que no se resigna a ver pasar la vida, sino que lucha por vivir.
Un abrazo.
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Qué portento, son dos las estaciones del año que tiñen de blanco al entrañable almendro y, ambas,
son maravillosas.
Preciosa la captación de los espectaculares pasos estacionales del año que influyen en el solitario almendro.
Saludos.
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Todas las estaciones tienen su atractivo, aunque, como bien dices, dos ofrecen un color blanco y resultan más llamativas.
Un saludo.
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Qué bonito!! 🙂 Conmueve la preocupación del almendro por la señora Juana y el señor Manuel, seguro que ellos también se han alegrado de verlo, tan guapo que se ha puesto, aunque ha estado guapo todo el tiempo eh?… Todas las estaciones le quedan bien.
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Pues sí, le preocupa porque ya son mayores, al igual que él, tiene ramas viejas y retorcidas, y el tiempo pasa para todos. Por eso, porque son semejantes se preocupan unos de otros.
Un abrazo.
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Te has convertido en un artista dle irmpresionismo, esperando pacientemente con tu cámara a ver pasar las estaciones por delante de ese castaño y analizar los cambios que en él y a su alrededor de se producen. De tanto contemplarlo, has acabado internándote en su «cabeza», en su imaginación,. le has humanizado con la intención de ponerte en el lugar de él y transmitirnos sus sueños, sus pensamientos y esperanzas. Muy bonito, de verdad.
Un saludo
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Suelo pasar con pasear con mucha frecuencia por allí, así que un día decidí hacerle un seguimiento y así como quien no quiere la cosa me acabó saliendo esta publicación.
Gracias por tu comentario.
Un saludo.
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Me ha gustado ver el almendro florido…Y a la señora Juana y el señor Manue…. Como tú dices llega el buen tiempo 😉
Un beso.
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Bueno, más bien llegaba, porque ahora hemos vuelto a los días grises.
Un saludo.
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Todo un señor almendro, humanizado en tu texto, tan atento a lo que le rodea como admirado por quieres lo contemplan.
Un abrazo.
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Un almendro que controla nuestras idas y venidas y que llama la atención a todo el mundo por su porte.
Un abrazo.
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Excelente trabajo¡¡acompañado de las tomas y en un enriquecido texto muy acertado¡¡fantástico¡¡
Saludos.
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Gracias, me alegra tu entusiasmo.
Un abrazo.
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Soy Laura, acabo de leer este post junto a tu hijo mayor.
Te felicito, las fotos del almendro son preciosas y el texto que lo acompaña refleja el amor por la naturaleza y tu sensibilidad.
Un abrazo
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Laura, ¡qué bien te expresas! Has condensado en pocas palabras lo que a mí me ha costado un post. ¿Y qué piensa mi hijo mayor?
Un abrazo.
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A tu hijo mayor le ha encantado también pero ya sabes que es menos comunicativo que su padre 😉
Un abrazo de ambos
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Un almendro que observa el entorno, que pasea por las estaciones del tiempo, preciosas imágenes.
Un beso.
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Gracias, María, por tu comentario.
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No has vuelto a publicar nada.
Te deseo una feliz Semana Santa.
Un beso.
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Gracias, estoy descansando. Pronto volveré.
Un abrazo.
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